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Mi hijo se está matando

23 agosto 2017 - 20:29

Drama de una madre que lo único que pretende es salvar a su hijo de las drogas

Se la ve fuerte pero invadida de tristeza, esa contradicción en su mirada es la de muchas mamás que luchan a diario contra la adicción de algún hijo. Esperanzada y desilusionada a la vez. Con ganas de luchar pero casi sin fuerzas.

Decidió contar la realidad que vive a diario, permitió a los cronistas ingresar a su casa. Desnudó por completo la lucha cotidiana. Es madre de cinco, su hijo de 23 es quien sufre adicción a las drogas, más precisamente, poxiran. Intentó todo para ayudarlo, no encuentra salida ni contención estatal.

Una vez hice un cartel con la foto de él y le saqué 30 fotocopias, la repartí en las ferreterías cercanas pidiendo que no le vendan poxiran porque es adicto, varios me hicieron caso, uno le vendía igual”, contó la mamá con lagrimas en los ojos.

Vendió su casa en barrio Fonavi para mudarse a Colombini, alejarlo de “la mala junta” era la intención inicial, su hijo se va igual a buscar a sus viejos “amigos” para drogarse. Recorrió cuanto lugar para rehabilitarlo hay en la ciudad, desde el psicólogo del hospital San Felipe hasta el CPA.

Cada vez que quiere ayudarlo tiene que pasar por los trámites burocráticos que hacen del tiempo, un letargo. La policía mediante orden judicial tiene que ir a buscarlo. Como es mayor, no puede internarlo contra su voluntad, el joven debe querer hacerlo.

El muchacho ha robado cosas a su madre, desde un perfume hasta teléfonos y cuanta cosa pudiera vender. Comenzó a drogarse a los 16 años, según sus propios dichos, “el mambo del poxi no se compara con nada”. No tiene vida y tampoco miedo a la muerte. “No quiero que le pase nada a mi mamá”, dijo en la entrevista mirando hacia la nada. No terminó el secundario, trabaja esporádicamente, cuando está algo rehabilitado y no sufre la discriminación social que lo apunta con el dedo.

“La marihuana no me hace nada”, fue lo que dijo para justificar que sigue “jalando”. Dos de sus hermanos murieron debido a las adicciones, ambos, se quitaron la vida. El año pasado estuvo internado en la ciudad de Junín, un centro de rehabilitación de régimen abierto, debía quedarse bajo su propia voluntad, no lo resistió y pidió que lo busquen. Aunque sabe de casos que terminan en muerte, no logra curarse. “Sé de un pibe que murió jalando butano”, expresó conmovido.

Cada vez que se encuentra presionado para curarse, amenaza con quitarse la vida, debido a los antecedentes familiares, su madre, desiste nuevamente. La lucha es constante, aunque a veces deja de consumir por una o dos semanas, llega la recaída, se pelea en la calle, ha llegado lastimado, no quiere ver a sus hijos, tiene dos y una mala relación con la mamá del más pequeño.

Su madre pide ayuda, ya no sabe a quién, le gustaría que en las ferreterías no vendan más poxiran a los jóvenes, que el gobierno se ocupe, “la drogadicción también forma parte de la salud y acá no se trata”. Cuenta su historia para concientizar, esperanzada de que una mano amiga la ayude a salvar la vida de su hijo.

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