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Efeméride: Batalla de Paraguarí.

19 enero 2018 - 09:09

El 19 de enero de 1811 se libró una importante batalla entre las Provincias del Río de la Plata y la provincia del Paraguay.

La Batalla de Paraguarí, también conocida como Batalla de Cerro Porteño o, por error ortográfico, Batalla de Paraguay, fue un enfrentamiento militar ocurrido el 19 de enero de 1811, en las cercanías de la localidad de Paraguarí (Paraguay), entre las fuerzas enviadas por la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del señor don Fernando VII, al mando de su representante, el coronel Manuel Belgrano, y las fuerzas de la Provincia del Paraguay al mando de su gobernador, Bernardo de Velasco y Huidobro.

A partir del 25 de mayo de 1810, la junta de Buenos Aires intentó mantener los privilegios del «orden colonial en beneficio del bloque comercial porteño.​ Este intento de «apropiación de poder» que llevó adelante «un sector de la burguesía porteña, que no va a dar muestras de querer compartirlo o distribuirlo entre los otros pueblos»,​ encontró resistencias en el Paraguay, en el Alto Perú, en Córdoba y Montevideo, las que cuestionaron su legitimidad. La provincia del Paraguay manifestó que su posición era reconocer al Consejo de Regencia de España e Indias como representante legítimo de Fernando VII, y mantener «armonía» y «fraternal amistad» con la junta de Buenos Aires «suspendiendo todo reconocimiento de superioridad en ella».​ Pero la junta porteña sabía que sus intereses chocaban con los otros segmentos de la sociedad colonial, y que, roto el dique de la monarquía absoluta, someterlos no sería tarea simple; pocos, muy pocos creían [en Buenos Aires] que tal sometimiento sería voluntario; de lo contrario, para qué mandar […] un ejército al Paraguay cuando bastaba un chasqui convocando a un Congreso con fecha cierta».(Horowicz, 2004, p. 168/169)

La capacidad que tenía la junta para enviar rápidamente diversas misiones militares al interior se basó en la fuerte militarización que había alcanzado Buenos Aires a partir de las invasiones inglesas en 1806.​ Las instrucciones que debía observar Belgrano consistían en dejar a la provincia [del Paraguay] en completo arreglo, removiendo todo el Cabildo y funcionarios públicos, y colocando hombres de entera confianza en los empleos […] y si hubieran resistencia de armas, morirán el Obispo, el Gobernador y su sobrino [sic] con los principales causantes de la resistencia [Los prisioneros y/o desertores deberán ser enviados a Buenos Aires para ser alistados en el ejército].

Belgrano salió de San Nicolás el 29 de septiembre de 1810 hacia Santa Fe, cruzó el Paraná y tras reunir sus fuerzas en la Bajada a fines de octubre reinició la marcha arribando a Candelaria a mediados de diciembre. El 19 el ejército inició el cruce del Paraná que se completó el 20 tras la ocupación de Campichuelo.

Belgrano inició su avance desde Itapúa hacia Asunción encontrando a su paso las casas abandonadas, cultivos destruidos y la ausencia de ganado que los lugareños habían arreado hacia el norte o escondido en los montes. Atribuyó esto al miedo que habían propalado los soldados paraguayos que se retiraron de Itapúa y Campichuelo.

El 5 de enero de 1811, José Ildefonso Machain, al mando de la primera división, cruzó el río Tebicuary. Dos días después Belgrano hizo lo mismo con el resto de sus fuerzas y viendo que persistía la actitud negativa de la población modificó su estrategia a una más prudente y conservadora pero que a larga debilitaría progresivamente su capacidad ofensiva.

Desde Itapúa. el coronel Tomás de Rocamora envió apresuradamente 150 hombres al mando del capitán Clemente López para que se sumaran rápidamente a Belgrano, mientras él avanzaría lentamente para alcanzarlo en el río Tebicuary.

El 15 de enero de 1811, patrullas adelantadas de Belgrano, al mando de su ayudante Manuel Artigas, hicieron contacto con una partida paraguaya cerca del arroyo Mbaey o Ibáñez. Artigas informó que más allá del arroyo, a unos 4 km, se veía «mucha gente». Utilizando una lomada existente en su línea de marcha, Belgrano subió al cerro Mba’e (que luego se conocería como «Porteño»), distante unos 6500 metros de Paraguarí:

El plan de Belgrano era avanzar directamente contra las fuerzas enemigas para aniquilarlas o dispersarlas y abrir el camino hacia Asunción. A tal efecto se formaron dos columnas: Ambas columnas, con un total de aproximadamente 460 hombres estaban dirigidas por Machain. Cuidarían los flancos 130 hombres de caballería además de una partida exploradora. En el cerro Mba’e, Belgrano se quedó con 60 hombres de la caballería de la Patria, el capitán José Ramón de Elorga con 2 cañones de a 4 con sus 16 artilleros, 18 hombres de su escolta al mando de José Espínola y peones desarmados a cargo de las carretas, caballos y ganado.

En nombre de Fernando VII, portando las banderas del rey y al grito de ¡Viva el Rey!, 18​ tanto Velasco como Belgrano decidieron avanzar en la madrugada del día 19 de enero fecha que este último eligió por haber cruzado 30 días antes el río Paraná. Este combate de encuentro entre dos fuerzas que avanzaron en la oscuridad y chocaron al clarear el día resultó favorable a las fuerzas de la junta de Buenos Aires. Las sorprendidas tropas paraguayas se dispersaron por los bosques linderos al arroyo Yukyry, afluente del Caañabé.

Los soldados que ingresaron a Paraguarí se dedicaron a capturar el parque de municiones y de boca, saquear el pueblo, el cuartel y las pertenencias de Velasco. El capellán de las fuerzas de Cabañas recriminaría más tarde a Belgrano por haber concedido a sus soldados, en la arenga previa a la batalla de Paraguarí, dos horas de saqueo. Belgrano negó esto atribuyéndolo a las manifestaciones de un «malvado» desertor.

Fue entonces que Machain tomó conciencia de la grave situación táctica en la que se encontraba: había perdido el contacto y control con las fuerzas que, sin seguir sus órdenes, habían ingresado al pueblo. Lo mismo sucedía con las de Perdriel que habían quedado atrás, en el punto de ruptura. Comenzó a recibir un nutrido fuego de artillería y fusilería por los flancos, proveniente de fuerzas paraguayas que se mantenían intactas en sus posiciones. En este desfavorable intercambio de fuego comenzó a quedarse sin municiones para su artillería y soldados por lo que pidió refuerzos a Belgrano, distante 6 km del lugar.

Belgrano afirmó posteriormente que él pensaba reiniciar el ataque un vez que las tropas hubieran descansado pero que no pudo hacerlo por culpa del rumor propalado por «un tal Elorga», forma como se refería al capitán Elorga a cargo de la artillería, «[que] empezó a decir a los oficiales que una columna de paraguayos había tomado por nuestro costado izquierdo y que sin duda iba a cortarnos».​ El miedo, según Belgrano, se apoderó de los oficiales, «comenzando por el Mayor General» [Machain]. Convocada una reunión, y con excepción del capitán Campos, todos estuvieron de acuerdo en la retirada aduciendo que los soldados estaban muy acobardados.

Formada ya la tropa la hablé con toda la energía correspondiente y les impuse pena de la vida al que se separase fuera de la columna veinte pasos; a las tres y media de la tarde salí con las carretas, el bote y las piezas de artillería, y ganados y caballadas que se habían tomado del campo enemigo el 16, únicos prisioneros que se trajeron al campamento.

El ejército de Belgrano tuvo pérdidas significativas. Dejó en poder del enemigo 14 muertos, 126 prisioneros o sea el 20% de las dos columnas atacantes, entre ellos varios oficiales, 2 cañones, armas menores y municiones y sobre todo 150 fusiles de mucha importancia para los paraguayos que aumentaron su escaso parque en un 30%

La moral de los soldados y oficiales después de la batalla no dejó otra opción que un permanente retroceso:

[…] aquí empecé a tener sinsabores de tamaño con las noticias que se me comunicaban de las conversaciones de oficiales que fue imposible averiguar el autor de ellas para hacer un ejemplar castigo: cada vez observaba más la tropa acobardada y fue preciso seguir la marcha [retirada].

El mismo día de la batalla de Paraguarí y en días sucesivos Belgrano, abrumado por los resultados, mostró su enojo y desazón en las notas que envió a la junta de Buenos Aires: «este país [el Paraguay] no quiere perder los grillos». Al día siguiente repitió: «Todo me confirma en la idea que tengo de que esta gente será eternamente esclava». Siete días después argumentaba que «era de precisión decretar la conquista del Paraguay» para lo cual había que contar con un ejército más poderoso ya que «no hay uno solo que esté por la causa sagrada y se nos hace la guerra por todos los medios». ​Al enfrentarse, sorpresiva e inesperadamente, con el fuerte localismo de la Provincia del Paraguay, Belgrano cometió el error de atribuirlo al «salvajismo», la «rusticidad», o al deseo de «esclavitud» de su adversario. Tampoco se percató que la misma invasión transformaba a su ejército en una usina generadora de mayor pertenencia e identidad en el pueblo paraguayo.

 

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