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“Todos tenemos ganas de una melodía… pianista”.

12 julio 2020 - 20:58

A Marcelo Giglio.

Estoy mirando un documental en YouTube “Les créativités de l’école” (2012). Con el pelo blanco me cuesta reconocerlo. En la expresión de los ojos encuentro a ese pianista que conocí por el final de los ´70; que generalmente de espaldas en el conjunto Nosotros disfrutaba de esos temas adolescentes. Después de un rato; me mandan una foto familiar, ya no es ese especialista en educación musical, es Marcelo.



Obertura

Pero tenemos que ir para atrás; un poco nada más. Nosotros los de más de cincuenta estamos acostumbrados al reviw. A Marcelo Giglio lo conocí en la imprenta de su papá; una tarde que andábamos con el poeta Astul Urquiaga preguntando como siempre pero sin plata para publicar. Mientras Astul hablaba con el impresor que era el papá de Marcelo. Mientras Astul le explicaba que era Disámara; para ganarle el corazón y que no saliera tan cara la revista; yo me puse a hablar de música con Marcelo que por aquel tiempo tenía 13 años. Me nombró algunos músicos que no estaban en mi Top Ten…un tal Edvard Grieg; Thelonious Monk al piano o Franz Lehár y me quedé sorprendido; y me di cuenta que el pibe no solo escuchaba sino también oía.



Recitativos: “La amistad más allá de los compromisos”.

Daniel Grilli, desde la Capital, escribe con ese dejo de angustia de sentirse un poco más solo; pero me ofrece una historia compartida con Marcelo y, con cierto olor a catarsis y emoción, me cuenta: Un día, hace muchos años estaba pasando un mal momento respecto de la música. Había hecho una jugada fuerte mudándome a Buenos Aires y al poco tiempo mis compañeros decidieron volver a San Nicolás y quede solo; sin Chachi que componía y sin Walter que venía tocando conmigo desde hacía años y andaba perdido y sin ganas.

Da la casualidad que estábamos los dos en San Nicolás: Marcelo y yo. Nos cruzamos en la calle, hacía mucho que no nos veíamos. El tenía un compromiso y yo viajaba al otro día, solo cruzamos un saludo, esperando vernos otro día .Camine unos pasos y escucho su voz que dice: ¿tomamos un café rápido?. Y así terminamos en el viejo Cafe de la Plaza hasta la madrugada. No le importaron sus compromisos pendientes y me hablo con esa serenidad que transmitía y con esa energía que tenía para convencer. Me saco la angustia y me renovó la fuerza para volver a empezar. Durante toda la noche no pudimos hablar nada de él, no le importaba tampoco, solo quería que me volviera a Buenos Aires nuevo. Cuando nos despedíamos me dijo: “mañana viaja otro Daniel”, acordate. Nunca lo olvide.



Interludio: Se juega todo a la música.

Fue en los tiempos de la primavera democrática. Nos cruzamos un par de oportunidades en festivales; los poetas y los músicos. Cruzamos saludos y crónicas, temas musicales y noches en algunos lugares. Después vino el Barrancas Rock, ese encuentro de bandas único. Ahí, Nosotros fue la revelación.

La banda Nosotros tenía un baterista que es un gran amigo de la colimba y del industrial: Marcelo “Gato” De Cola; eso hizo más fácil el acercamiento. “Nosotros” tenía una formación integrada por: Mario Quiroga (guitarra y voz), Marcelo Giglio (piano), Bibiana Giglio (coros), Walter Álvarez (bajo), Daniel Grilli (guitarra), Ana Stocki (flauta traversa), José Sívori (percusión) y el Gato De Cola (batería). Compartimos con Marcelo aquellos tiempos de 1/2 y 1/2 en el Café de la Plaza; los cuatro años de diferencia se fueron acortando…y nosotros nos fuimos; él a su ciudad Rosario a ponerle todas las fichas a la música y a la educación… y yo, a escribir a la buena de Dios.



Un adiós sin despedida.

Un texto de whassup de Mingo (Walter Álvarez) me cuenta que Marcelo murió…que estuvo internado en una Clínica de Suiza donde residía con su familia y después de dos días (no importa) cerró sus ojos; esos ojos me que hace reconocerlo en una foto. Hoy vuelvo a escribir su nombre, hacer memoria, ver viejas artículos de El Norte y de la revista “Puentes” de aquellos tiempos:, algunas melodías y un video de su trabajo la educación y la creatividad. Nunca paró de estudiar e investigar; así lo cuentan sus compañeros de trabajo. Nunca abandonó el aula. Lo que no lo sabía; lo aprendía. Lo recuerdo tenaz como una hormiga, humilde como un arroyo y amplio como un pueblo.

Por Javier Tisera.

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