Porque nada queda oculto
Viernes 19 de Abril de 2024
18 octubre 2020 - 13:53
Javier Tisera se introduce en la realidad de su madre para dialogar con ella.
Por Javier Tisera
Está parada en el andén mirando al horizonte. Aunque hace seis años que los trenes no circulan; ella está ahí esperando. En la mano derecha sostiene una bolsa. Es una bolsa de tela que daban en “Doña Sol” pero no tiene forma de zapatos. Estuve mirándola unos minutos y después me acerqué
Me cuesta pensar en el monte Artxanda que queda a miles de kilómetros de donde estamos parados. Hace años que no escuchaba hablar de este monte vasco.
La radio del sereno habla de la invasión a Irak y del petróleo que se mezcla con la libertad para darles ánimo a los marines.
No se me ocurren motivos para convencerla de que vuelva a su casa.
Abro la puerta trasera del auto para que se acomode en el asiento de atrás. Le cuesta levantar una de las piernas, pero con paciencia ingresa. Le alcanzo su bolsa. Me siento en el lugar del acompañante y el fotógrafo me mira entre asombrado y dudando. Espera una señal.
Arranca el auto y toma calle Pellegrini hacia el río. Los pibes de la escuela regresan a sus casas y la puerta del Normal está llena de padres y abuelos.
El fotógrafo me mira de reojo. Está sonriendo. Entendió.
Nos vamos metiendo en el centro de la ciudad. El ajetreo y el tránsito van retrasando nuestro avance.
Vamos avanzando lentamente por Pellegrini y cruzamos Savio. Y en ese instante escucho una melodía de la infancia, y es su voz casi imperceptible, la de siempre…
He preguntado a los vientos
y al polvo de los caminos
pero ninguno me dice
cuál ha sido tu destino
Me doy vuelta y por primera vez en el día le veo los ojos más verdes que nunca.
Y tratando de imitar a un tenor le sigo la canción con el estribillo para demostrarle que algo de ella queda en mí; y que no todo es una parodia.
Y ella, me sigue entonando esa vieja canción:
Dímelo puente de piedra
si me ha olvidado
si me ha olvidado
y si sabe que he quedao
y si sabe que he quedao
con el corazón herido.
Y el auto con chofer militar sigue su camino al Cinturón de Hierro en Artxanda donde nos esperan en el batallón.