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Los Santos del día.

26 febrero 2021 - 11:48

Hoy se conmemora a San Néstor, San Alejando y a San Porfirio

San Néstor, Obispo de Magido, Mártir

Polio, gobernador de Panfilia y Frigia durante el reinado de Decio, trató de ganarse el favor del emperador, aplicando cruelmente su edito de persecución contra los cristianos. Néstor, obispo de Magido, gozaba de gran estima entre los cristianos y los paganos, y comprendió que era necesario buscar sitios de refugio para sus fieles. Rehusando a ser oculto, el Obispo esperó tranquilamente su hora de martirio, y cuando se encontraba en oración, oficiales de la justicia fueron en su búsqueda.

Luego de un extenso interrogatorio y amenazas de tortura, el Obispo fue enviado ante el gobernador, en Perga. El gobernador trató de convencer al santo –primero con halagos y luego con amenazas- de que renegara de la religión cristiana, pero Néstor se mantuvo firme en el Señor, siendo enviado al potro, donde el verdugo le desgarraba la piel de los costados con el garfio. Ante la firme negativa del santo de adorar a los paganos, el gobernador lo condenó a morir en la cruz, donde el santo todavía tuvo fuerzas para alentar y exhortar a los cristianos que le rodeaban. Su muerte fue un verdadero triunfo porque cuando el Obispo expiró sus últimas palabras, tanto cristianos como paganos se arrodillaron a orar y alabar a Jesús.

San Alejandro:

Conmemoración de san Alejandro, obispo, anciano célebre por el celo de su fe, que fue elegido para la sede alejandrina como sucesor de san Pedro y rechazó la nefasta herejía de su presbítero Arrio, que se había apartado de la comunión de la Iglesia. Junto con trescientos dieciocho Padres participó en el primer Concilio de Nicea, que condenó tal error († 326)

Etimológicamente: Alejandro = Aquel que protege a los hombres. Viene de la lengua griega.

San Alejandro, patriarca de Alejandría, tiene una especial significación en la historia de la Iglesia a principios del siglo IV, por haber sido el primero en descubrir y condenar la herejía de Arrio y haber iniciado la campaña contra esta herejía, que tanto preocupó a la Iglesia durante aquel siglo. A él cabe también la gloria de haber formado y asociado en el gobierno de la Iglesia alejandrina a San Atanasio, preparándose de este modo un digno sucesor, que debía ser el portavoz de la ortodoxia católica en las luchas contra el arrianismo.

Nacido Alejandro hacia el año 250, ya durante el gobierno de Pedro de Alejandría se distinguió de un modo especial en aquella Iglesia. Los pocos datos que poseemos sobre sus primeras actividades nos han sido transmitidos por los historiadores Sócrates, Sozomeno y Teodoreto de Ciro, a los que debemos añadir la interesante información de San Atanasio. Así, pues, en general, podemos afirmar que las fuentes son relativamente seguras.

El primer rasgo de su vida, en el que convienen todos los historiadores, nos lo presenta como un hombre de carácter dulce y afable, lleno siempre de un entrañable amor y caridad para con sus hermanos y en particular para con los pobres. Esta caridad, unida con un espíritu de conciliaci6n, tan conforme con los rasgos característicos de la primitiva Iglesia, proyectan una luz muy especial sobre la figura de San Alejandro de Alejandría, que conviene tener muy presente en medio de las persistentes luchas que tuvo que mantener más tarde contra la herejía; pues, viéndolo envuelto en las más duras batallas contra el arrianismo, pudiera creerse que era de carácter belicoso, intransigente y acometedor. En realidad, San Alejandro era, por inclinación natural, todo lo contrario; pero poseía juntamente una profunda estima y un claro conocimiento de la verdadera ortodoxia, unidos con un abrasado celo por la gloria de Dios y la defensa de la Iglesia, lo cual lo obligaba a sobreponerse constantemente a su carácter afable, bondadoso y caritativo, y a emprender las más duras batallas contra la herejía.

San Porfirio:

Porfirio nació en Tesalónica (Macedonia) hacia el 347. A los 25 años dejó su ciudad y su familia y se fue de monje a Egipto (ca. 378). Cinco años más tarde pasó a Palestina y se fue a vivir a una cueva cerca del río Jordán. Pero allí la humedad lo hizo enfermar de reumatismo y cinco años después se fue a vivir a Jerusalén, donde cada día visitaba el Santo Sepulcro, el Huerto de los Olivos, el Cenáculo y otros lugares relacionados con Jesús de Nazareth. Confió a un joven llamado Marcos la administración y venta de sus bienes en Macedonia para repartirlos entre los pobres de Jerusalén. Según su hagiografía fue curado de su reumatismo en una de sus visitas al Santo Sepulcro.

Porfirio fue ordenado sacerdote en 392 por Juan II, obispo de Jerusalén y, poco después, fue enviado de misión a Cesarea. Sin embargo, a la muerte de Eneas, obispo de Gaza, fue consagrado obispo de esa diócesis.[2]​ Trasladado a Gaza, la primera labor del prelado fue evangelizar en medio de los paganos. A pesar de todas las tentativas de sacarlo de la ciudad y de destruir su imagen, para que perdiera la confianza de todos, el obispo siguió firme en su fe e impuso la paz en el lugar, acabando con el paganismo y la brujería por completo, a través de la conversión de sus gentes, apoyado en el Edicto de Tesalónica. La Pascua de 408 fue inaugurada la nueva catedral. Los últimos años de su vida los pasó instruyendo a sus sacerdotes y visitando los pueblos predicando el Evangelio. Murió el 26 de febrero de 420.

El culto de san Porfirio nació inmediatamente en la región de Gaza, a lo cual contribuyó la biografía escrita por su discípulo Marcos. Es venerado como santo en las iglesias cristianas ortodoxas y católicas. El Martirologio romano celebra su memoria el 26 de febrero,​ mientras que en algunas iglesias ortodoxas se celebra el 10 u 11 de marzo (según si el año es bisiesto o no)

 

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