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Laguna de Llanganuco

17 septiembre 2017 - 23:09

La Cordillera Blanca en los Andes peruanos

La laguna de Llanganuco, en los Andes peruanos, se sitúa en la Quebrada del mismo nombre, un desfiladero de alta montaña en la Cordillera Blanca.

En realidad son dos lagunas encadenadas: Chinancocha (laguna hembra), y Orconcocha (laguna macho), llamadas así porque la conexión entre ellas sugiere un apareamiento.

Están flanqueadas por cumbres nevadas, que continuamente las alimentan: el Huascarán (6768 m.), Huandoy (6395 m.), Pisco (5760 m.), Chacraraju (6108 m.), Yanapacha y Chopicalqui (6395 m.)

El color de sus aguas varía desde un azul verdoso a un color turquesa

Dentro de la flora de la quebrada es característico el queñual, árbol de madera rojiza, cuyo tronco se desprende en escamas.

Leyenda de las lagunas de Llanganuco:

El dios supremo, Inti (el sol), tenía una hija llamada Huandoy.
Huandoy era una bella joven. Su padre pensaba casarla para toda la eternidad con un dios de belleza similar, de iguales virtudes y tan poderoso como él. Pero en el corazón del valle, en el poblado de los yungas, Yungay, vivía un gentil y valiente joven mortal, llamado Huascarán, que se enamoró profundamente de HuandoyHuandoy correspondía al gran amor de Huascarán.

Cuando el dios padre se enteró de los amores entre su hija y el joven mortal, le suplicó que le dejara, que vivir con un mortal no era conveniente para una diosa: pero la pasión de los jóvenes era superior a las súplicas del padre, a sus consejos y sermones.

Tan grande fue la rabia que sintió el dios supremo, Inti, ante la fuerza de este amor con un mortal, que maldijo a la pareja de amantes y los condenó para la eternidad a vivir separados. Los convirtió en dos grandes montañas de granito y los cubrió de nieves perpetuas para calmar su ardiente pasión. Entre las dos montañas situó un valle estrecho y profundo para que estuvieran totalmente aislados. En su furia, el dios padre elevó las montañas a una altura majestuosa, para que los jóvenes se pudieran ver, pero que nunca más se pudieran llegar a tocar.

Los enamorados lloraron por su dolor, funden gota a gota la nieve que los cubre y sus llantos de amor se unen en un lago de color azul turquesa para toda la eternidad.

Textos y fotos: Ricardo Delmas

 

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