Porque nada queda oculto
Jueves 31 de Julio de 2025
27 julio 2025 - 11:09
El fenómeno del work-for-stay —trabajar unas horas a cambio de alojamiento y manutención— ha ganado popularidad entre jóvenes mochileros, nómadas digitales y quienes buscan un estilo de vida alternativo.
Por Mauricio Alejandro Spahn, periodista internacional, desde Barcelona para Prensa Libre SN
En un mundo donde el turismo se reinventa constantemente, han surgido nuevas formas de viajar que, bajo una apariencia de libertad, esconden realidades mucho más crudas. Plataformas de voluntariado y hospedaje como Workaway, Worldpackers, HelpX, entre otras, promueven un estilo de vida aparentemente idílico: conocer el mundo sin gastar en alojamiento ni comida, a cambio de unas horas de trabajo diario. Pero ¿dónde termina el intercambio cultural y dónde comienza la explotación laboral?
Viajar por casa y comida: ¿libertad o trampa?
El fenómeno del work-for-stay —trabajar unas horas a cambio de alojamiento y manutención— ha ganado popularidad entre jóvenes mochileros, nómadas digitales y quienes buscan un estilo de vida alternativo. Bajo la promesa de inmersión cultural, aprendizaje y comunidad, miles de personas cruzan fronteras para convertirse en voluntarios en hostales, granjas, escuelas o casas particulares.
Sin embargo, detrás de estas experiencias “auténticas” se esconden realidades que bordean la precarización laboral. Muchos de estos voluntarios realizan tareas que en condiciones normales serían remuneradas —limpieza, recepción, cocina, construcción— sin contratos formales, sin seguro, sin días libres, y sin ningún tipo de protección legal.
El disfraz del intercambio cultural
El problema no está en el intercambio en sí, sino en la estructura que lo sostiene. En la mayoría de los países, las leyes laborales no contemplan estas formas de trabajo informal. Al no existir un contrato ni una relación legal clara entre anfitrión y voluntario, se abre la puerta a todo tipo de abusos. Las plataformas que intermedian se deslindan de cualquier responsabilidad, amparándose en cláusulas que dejan toda la carga legal sobre el viajero y el anfitrión.
Muchos trabajan entre 20 y 30 horas semanales (a veces más), en condiciones de vivienda precarias o bajo presión psicológica, sin el derecho básico a reclamar. Esta aparente “libertad de elegir” se convierte en un arma de doble filo. La decisión es “voluntaria”, pero ocurre en un contexto donde muchos jóvenes enfrentan desempleo, altos costos de vida o falta de oportunidades.
La nueva esclavitud: consentimiento no es igualdad
Comparar esta tendencia con la esclavitud puede parecer provocador, pero la reflexión es necesaria. Si bien ya no hay grilletes ni látigos, persisten las dinámicas de desigualdad, dependencia y falta de derechos. Antes la esclavitud era forzada; hoy, en muchos casos, se presenta como un «acuerdo entre partes» que legitima la explotación.
Aceptar condiciones laborales sin salario por necesidad o por la promesa de un “intercambio cultural” no es libertad. Es precariedad disfrazada de oportunidad. Y el consentimiento, en contextos de desigualdad estructural, no garantiza justicia.
¿Y las leyes laborales dónde están?
Pocos gobiernos han comenzado a regular estas prácticas. La mayoría las ignora o las encasilla como “intercambios personales”. Mientras tanto, los anfitriones se benefician de mano de obra gratuita, y las plataformas lucran cobrando suscripciones tanto a voluntarios como a anfitriones, sin garantizar condiciones justas.
Lo irónico es que, si un ciudadano local hiciera ese mismo trabajo, el empleador estaría obligado a pagarle el salario mínimo, respetar los derechos laborales y cumplir con la normativa. Pero si se trata de un viajero, todo se borra: no hay sueldo, no hay contrato, no hay seguridad.
Conclusión:
Es hora de abrir el debate. No se trata de demonizar el viaje colaborativo, sino de exigir reglas claras, protección legal y ética para quienes participan. Viajar no debería ser sinónimo de vulnerabilidad. Si el turismo realmente quiere ser sostenible y humano, debe empezar por respetar el trabajo, venga de donde venga.
Porque el mundo no necesita una nueva forma de esclavitud —ni siquiera si se vende con una sonrisa y una mochila al hombro.
Plataformas en cifras
Workaway:
Más de 50.000 anfitriones activos en 170 países.
Usuarios registrados: más de 1 millón de voluntarios.
Cuota anual del voluntario: entre $49 y $59 USD (no incluye seguro, visado ni garantías legales).
Ingresos estimados anuales (por membresías): más de $30 millones USD (estimación conservadora).
Worldpackers:
Más de 140 países con anfitriones.
Suscripciones voluntarias: $49 – $99 USD por año.
Estimación de usuarios activos (2024): más de 600.000.
Ingresos anuales aproximados: $20 millones USD.
Negocio sin riesgo:
Las plataformas no son responsables de los anfitriones ni de la seguridad del voluntario.
Tienen cero obligaciones fiscales o laborales en los países donde operan.
Valor del trabajo no remunerado
Un voluntario típico: Trabaja entre 20 y 30 horas por semana.
Ahorra al anfitrión entre $400 y $800 USD/mes en costos laborales (dependiendo del país).
Si se calcula un salario mínimo por hora (ej. España: €7,82 en 2024), un voluntario que trabaja 25 h/semana debería recibir legalmente al menos €782 al mes.
Impacto en economías locales
Sustituye mano de obra local, especialmente en hostales y granjas.
Fomenta el trabajo informal y la evasión fiscal.
Vacíos legales y explotación
El 83% de los países no tienen regulación clara sobre voluntariado extranjero en contextos comerciales (fuente: estudio Universidad de Ámsterdam, 2022).
Solo un pequeño porcentaje de anfitriones ofrece algún tipo de contrato o seguro.
Casos documentados de abuso
Un reportaje de The Guardian (2021) documentó hostales en Portugal, Grecia e Indonesia usando voluntarios para trabajo comercial diario sin salario, en condiciones precarias.
En Argentina, inspectores laborales multaron en 2023 a varios hostales en Bariloche por emplear a “voluntarios” sin registro, tras denuncias de jornadas de más de 8 horas/día.
¿Quién se beneficia?
Anfitriones:
Voluntarios:
Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo, 2023):
El desempleo juvenil global es del 13,1% (más del doble que el promedio general).
1 de cada 4 jóvenes en América Latina trabaja en la economía informal.
Esto explica por qué tantos jóvenes aceptan este tipo de turismo como única alternativa de movilidad.