Porque nada queda oculto
Domingo 10 de Noviembre de 2024
8 octubre 2024 - 05:47
Los hogares están repletos de elementos patrimoniales que, probablemente, sólo tienen valor para alguno de los miembros de la familia.
En 1990 el Poder Ejecutivo Nacional, mediante el Decreto N° 2.033, declaraba al 8 de octubre como día del Patrimonio Natural y Cultural Argentino. Hecho que fue imitado años más tarde por los equipos técnicos y ministros de cultura del Mercosur, quienes en sus habituales reuniones establecieron al 17 de setiembre como Día del Patrimonio Cultural de los países miembro.
Un tema como el del patrimonio cultural puede estar muy claro para quienes se acercan, ya sea en su carácter de especialistas o como aficionados que se interesan por él. Sin embargo, a veces, puede resultar un poco difuso para mucha gente. Justamente puede resultar difuso el criterio para definir cómo se efectúa la valoración de si se trata, o no, de bienes patrimoniales.
Para eso se debe analizar primero el grado de significación que éstos bienes tengan en valores históricos, sociales y testimoniales; artísticos, arquitectónicos o de significación urbana, paisajísticos o ambientales. Y estos valores, además, deben ser dimensionados en función de la escala del entorno en que se insertan, partiendo de la escala familiar, barrial, urbana, regional y nacional.
Los hogares están repletos de elementos patrimoniales que, probablemente, sólo tienen valor para alguno de los miembros de la familia. Otros elementos pueden aportar datos de estudio a los especialistas: fotografías, documentos, revistas, diarios, publicidades, objetos. Ese patrimonio íntimo, de «entre casa», es lo que da sustento al «armado» de la historia familiar.
Más allá de los límites de ese mundo pequeño y acotado, el barrio encierra los recuerdos de nuestra niñez, de las historias cotidianas, los primeros paisajes naturales y culturales que se presentaron ante nuestros ávidos ojos infantiles.
Allí arrancó una historia que fue expandiendo sus escenarios a medida que íbamos creciendo. Sin embargo, cada casa, comercio, plaza y rincón encierran en sí una particular significación entrelazada con el recuerdo de los momentos vividos.
En la acción de «reconocimiento» del patrimonio, intervienen «lo objetivo» y «lo subjetivo». Esas vivencias a las que hemos hecho referencia en la escala familiar y barrial, se multiplican al ocuparnos del patrimonio cultural de una ciudad y obviamente de una provincia, o un país.
A lo largo y a lo ancho del territorio nacional se renueva, a diario, el interés de municipios y comunas, organizaciones no gubernamentales y gestores privados que ya descubrieron la importancia de «guardar», en los dos significados de la palabra: «atesorar» y «custodiar», el patrimonio cultural. Y este acercamiento al tema está siendo comprendido en toda la amplitud del término: no sólo se tienen en cuenta los objetos tangibles (edificios, documentos, obras de arte, etc.); sino que, cada vez más, se orienta el trabajo hacia la conservación del patrimonio intangible: tradiciones, historias y relatos de transmisión oral, recetas familiares conservadas de generación en generación y medicinas caseras, entre tantas otras riquezas.
Es evidente, cuando hablamos de escalas de significación en el tema patrimonio que, seguramente, lo que es de mucho valor para la memoria de una pequeña localidad, pasaría casi inadvertido para una gran ciudad. Es por eso que, muchas veces, al visitar localidades del interior nos muestran, casi con pudor, lo que para esa comunidad es significativo y otras, muchas veces, con la seguridad de que «eso» no es de valor, porque no se acerca a lo que «se ve como patrimonial» en las grandes ciudades.
Estas situaciones son las que, cada vez más, requieren de la formación temprana de nuevas generaciones para que lleguen a comprender lo que significa la construcción de la propia identidad a partir del legado recibido. Es imprescindible.
Si bien en los últimos años se ha avanzado en este sentido, queda mucho por hacer, siendo de fundamental importancia la difusión y el conocimiento de los temas relacionados con el patrimonio, el diseño e implementación de políticas tendientes a preservar y acrecentar el acervo cultural, salvaguardando, además, artes y oficios que permitan la conservación de ese patrimonio. Realizar tareas de registro, que estén al alcance de todos los ciudadanos y no queden reservadas únicamente en los ámbitos académicos. Promover la investigación, no sólo de los especialistas, sino de «gente común» que se interese por reconstruir una memoria, su memoria, que, en definitiva, forma parte de la historia de todos.
Fuente: Arq. Cristina Galetti, coordinadora Programa Provincial de Patrimonio Cultural, Prov. de Santa Fe