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Cuando el hambre va preso

9 octubre 2017 - 14:34

“Abrí la puerta y había alimentos (no me querían dar), me hacen sentir manoseado”, dijo indignado Pablo.

La semana pasada dábamos cuenta sobre el caso de un joven que fue detenido luego de ser acusado por empleados de la Dirección de Acción Social de la Municipalidad de San Nicolás, de haber hurtado alimentos. Cuando se retiraba caminando del lugar, con dos bolsas de comestibles (seis paquetes de azúcar de un kilo cada uno, tres botellas de aceite de 1,5 litros, dos latas de arvejas, tres paquetes de yerba de un kilo marca “Taragûi”, dos paquetes de lentejas de 500 gramos y un paquete de papel higiénico por cuatro unidades marca Carrefour), fue aprehendido por un móvil policial del destacamento  de Sánchez que casualmente pasaba por el lugar, este respondió al pedido de auxilio de que hacía un empleado municipal por el delito cometido anteriormente.

Pablo, de 34 años de edad, quien vive en zona oeste,  fue trasladado a sede de la comisaria primera, donde se le secuestró la mercadería y se le inició una causa judicial, por el delito de tentativa de hurto.

El hecho mencionado, llegó a la redacción de Prensa Libre SN como un policial más, pero a los periodistas les llamó la atención, teniendo en cuenta  las partes involucradas, puntualmente, la Dirección de Acción Social, área del Estado Municipal encargada de asistir a las personas, también con alimentos.

Prensa Libre SN se acercó a charlar con Pablo, el acusado del hurto de mercaderías, quien expresó que fue a pedir alimentos al organismo municipal ubicado en calle Rivadavia al 800, allí una empleada del lugar le dijo que no había nada para darle y, fue por eso que con bronca, vio que detrás de una puerta había varias bolsas con mercaderías y tomó dos para llevárselas.

“Abrí la puerta y había, me hacen sentir manoseado”, dijo indignado Pablo.

El joven vive en una casa de la zona oeste de San Nicolás, sin servicio de energía eléctrica, sin agua potable, sin aberturas y hasta, duerme en un colchón tirado en el piso.

Su condición de salud no es la mejor, está deteriorada física y mentalmente debido a sus adicciones, las cuales lo dejaron solo en la vida, desde los 11 años de edad concurre al hospital como así también a otros centros de salud, para encontrar ayuda, y hasta el momento no lo logró. La madre de sus hijos lo abandonó y, lo mismo, pasó con el resto del grupo familiar. Su padre, lo visita todos los días, impotente, sin saber qué hacer y donde pedir asistencia para su hijo.

Esporádicamente, trabaja en changas que le ofrecen los vecinos, las cuales le pagan con mercadería y algunos pesos. Es amigable, a pesar de sus delirios, ningún testimonio de los recogidos manifestó que Pablo los haga sentir amenazados, es uno más del barrio.

Acción Social se dedica, entre otras cosas, a la administración de recursos del pueblo que serán destinados a los más necesitados, en definitiva, Pablo no hizo más que tomar lo suyo. Desde este organismo, sensible por cierto, ante la consulta de un cronista de PrensaLibreSN, la empleada responsable del momento le expresó: “es un loquito, algo hay que hacerle”.

En definitiva, el Estado intentó ahorrarse dos bolsas de comestibles y gastó en la causa judicial, mucho más, de lo que vale comer todo un año para Pablo.

Por todo esto, uno podría preguntarse: Cuándo vos tomás algo que es tuyo, ¿Es delito?

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