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Astul Urquiaga

9 noviembre 2020 - 12:46

El poeta del río y de la noche.

Por Javier Tisera.

El próximo 14 de noviembre se conmemoran 30 años de la muerte de este poeta nicoleño. Difícil parada la de escribir los recuerdos cuando estuve vinculado poética y emocionalmente con Astul. Y más, para recordar aquella tarde de sábado que lo vine a visitar a la clínica Alvear donde se encontraba internado.

Pero no se trata solo de una conmemoración de su partida; sino de celebrar su vida.

Ya tengo el río en esta noche pura

junto a una compañía que no pierdo.

Ya siento su murmullo cauto y lerdo,

aguas abajo de la orilla dura.

En el bar “El Roque”, lugar de encuentro del Grupo Literario Disámara, él tenía una mesa fija y un lugar consular frente a la ventana de la calle Sarmiento por donde la vida se paseaba. Y cuando las estrellas empezaban a asomar, y los ángeles del tinto empezaban la danza, afloraban los recuerdos y los poemas de albardones y de amarraderos.



Cuentan, en la mesa, que Astul nació y que los vientos del 24 de julio de 1914 lo rociaron con azares de romerillos y miel de lechiguanas. El estaba preparado para la belleza, y su voz, personal e inconfundible, andaba deshojando versos hasta la madrugada.

Y viene a la memoria esa locura

de un corazón ardiente, y su recuerdo

viene a quedarse por mi lado izquierdo,

solo, en la noche, como boya oscura.

Alguna vez, Marcos Vergara lo incorporó a un mural en un bar que llevaba su nombre: Astul.

Fernando Barcia escribe en el prologo de “Rostro del Rio y de la Noche” el último libro de Urquiaga, “y esta nueva entrega, reitera sus virtudes y su vacación permanente, porque en su voz anterior también estaba el limo feraz de la entraña fluvial y un rumbo litoral en su destino que consiguió rescatarlo del desconsuelo para la fecundidad de las letras. Pero este libro es notable por ser la biografía actualizada de un río, antecedentes, destino, habitantes, clima, presente y edad”.



Y luna adentro el río estremecido,

vagando a la deriva de otro suelo

llora a mis pies por el costado ardido.

Docente y fundador de la escuela popular “Joaquín V. González” junto a Héctor H. Hernández y Fernando N. Díaz. Publicó su primer poemario en 1943 “Cielo en la Tierra”, su segundo libro “Quieta Heredad”. Poemas Bonaerenses, (1948) obtuvo el Primer Premio Nacional Regional de Folklore y Literatura.

Obtuvo Segundo Premio Internacional de Poesía en Paraná (Entre Ríos) y galardón en el 8º Concurso Internacional de Poesía Plaza de los Poetas José Pedroni.

Obtuvo medallas de oro y plata, menciones de honor y diplomas en concursos nacionales, provinciales y regionales. Ha disertado y presentado en distintas entidades a escritores como Pablo de Rokha, al Dr. León Benarós y al recitador y poeta boliviano Flores Jordán.

Una gota de luz le hace un hoyuelo

tiembla en su onda, el río se va herido.

Ya forma parte de mi desconsuelo.

Astul Urquiaga y Oscar Casas; foto Jorge Maciel, Revista «Usted».

Una mañana, junto a sus hijos, amigos y un puñado de poetas. A Mario Verandi y a mí nos tocó acompañar sus cenizas al río. Y ambos, a nuestra manera, nos íbamos en ese viento y en esas aguas río abajo. Como mil años antes, eso que había sido una vida, volvía a las profundidades. Es que su corazón forjado a camalote y barranca puso vela a la dulzura y sus ojos vuelven a aquellos días en que sus hijos iban al rio. O, cuando sus padres le hicieron descubrir el vértigo de los remansos. Sentimiento que nos vine de las lunas y los soles, con el éxtasis de las cacerías en los bañados, cuando vimos las estrellas arrastrándose por el agua anochecida… de cuando salimos de las cuevas y vimos por primera vez el Gran Río.


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