Porque nada queda oculto
Jueves 14 de Agosto de 2025
13 agosto 2025 - 04:34
Homenaje a Carlos Orlando Mulet, por Javier Tisera.
Carlos Orlando “Black” Mulet fue uno de los bateristas más destacados cuando se inició el rock and roll, a principios de los 70 en la ciudad. Formó parte de muchos conjuntos subtes que originaron este movimiento que “nao tem fin”. Especialmente estuvo a cargo de la “Caf” en Estación SN que se trepó al escenario del Festival de La Falda en 1982. El viernes pasado, la muerte decidió arrancarlo de nuestra geografía pero no pudo llevarse los recuerdos, las noches de recitales y el ritmo que tenían sus manos; eso quedó entre nosotros. Por eso, su amigo; el periodista Javier Tisera nos deja este homenaje a la vida del Black Mulet.
Lejos de San Nicolás…
El Pelourinho de Bahía subyuga, estremece, conmueve. Viejas fantasmagorías traen un susurro de negritud y música. Es una ciudad que a cada instante hay un sonido nuevo, a veces irreconocible para un huérfano argentino que camina por la playa y Mangabeira. Estoy casi convencido que esta gente no habla, se comunica con sonidos que le roban al viento.
Escucho, entre tantas imágenes, el sonido de una cuica, es un hito donde beber una Antártica. Levanto la vista y se me aparece el cartel, es de trazo rústico, está pintado en negro sobre la piedra: Rei do Piráo.
No hay gente detrás de la barra. Pero no me importa; estoy entrando a un salón, con mesas y sillas que me recuerda a San Remo aquel viejo bar frente a la plaza Mitre. Y veo, a tres gitanos o músicos, no los distingo, pero se que están. Y escucho, algo que me conmueve, y me recuerda a aquellos años en que queríamos sonar como Whitesnake.
El Negro Mulet, el Pato Boragina y el “Goro” Gorosito.
Limpio los lentes, pero no están sucios, son mis ojos cansados que todo hace que parezca bruma. Los tres gitanos están planeando algo un robo o un viaje: no importa. Percibo que conspiran, que están a punto de ser noticia o que se van a embarcar en un gran amor. Con ellos, no se sabe, uno tiene que esperar; porque creo que se encaminan a lo absoluto. Los tres, se percibe, han compartido más que una mesa, quizás un escenario, noches de alcoholes y estrellas, o canciones del Sagrado corazón de la tierra. Vaya uno a saber en cuantas marismas y peleas se han metido estos tres malandros. Pero están ahí, parecen intactos, displicentes como si fueran la proa del desparpajo, una bofetada a una mañana de corbatas y acciones de la Bolsa. Al que le llaman el Pato tiene una Fender blanca blanca apoyada en la pared, el otro, el Negro cuando habla mueve un palillo de batería de madera de teca, solo cuando habla. Y el tercero, el Indio letristas y oscuro redactor de panfletos amorales y a veces, cuando pinta campaña política, por unos billetes se convierte en mercenario de letras y tormentas.
Los tres salen apurados, como si llegara la ley o como si el propio Dios lo hubiera convocado. Nadie nunca supo a dónde iban; nadie supo si volvieron. Cuentan, en las mesas del Rei do Piráo, los fantasmas del pingue que el escriba se perdió en el mar pirateando, que Pato sigue anclado en la Fender…
¿Y el negro?
Un viernes, muy temprano se lo vio dejando el corazón en una mesa, en la 4 donde se juntaban, y cerró la puerta suavemente y nadie lo volvió a ver. A veces, muy de madrugada, cuando el sol es un agujero de llamaradas, se ve a otros en esa mesa, fumando chala, cantando y hablando solos. Se suele decir en las calles, que le están confesando sus penas al sagrado corazón del negro.
Estación SN: Nano Ciriani (bajo), Walter Nebreda (teclados), Pato Boragina (guitarra), Miriam Amarilla (voz), Carlos Mulet (batería) y Lito López (guitarra acústica) en las puertas de la ciudad de La Falda.