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Hasta que se termine el camino

13 julio 2025 - 13:10

Un mundo: Los textos. Javier Tisera despidiendo a su amigo, Alejandro Andrín

El siguiente texto fue escrito por Javier Tisera para Prensa Libre SN, con el afán de despedir a su amigo, Alejandro Andrín, que dejó el plano terrenal este sábado 12 de julio.

El primer día entró a un aula y los recibió diciendo: A nadie le va importar lo que ustedes escriban. Y arrancó la clase. Y había que recordarle que había sonado el timbre del recreo. Lo cuento porque infinidad de veces entraba al salón para decirle de tomar un café y me decía, “¿¡pero qué te crees que es esto jaja!? Estoy dando clase”… y encontraba en la mirada de los alumnos que pedían recreo a los gritos…Y yo, con la voz del sargento Warden – Burt Lancaster en ‘De aquí a la eternidad’ -, le decía: “¿Vos estas sordo; no escuchas el timbre?”. Juntaba su carpeta en la que traía y llevaba textos y de vez en cuando algunas fotos que las usaba de disparador para enseñar a describir.

Un día antes de su muerte, nuestro amigo periodista y poeta, Camilo Sánchez, escribió:

Buen día Negrito querido. Te escribo porque me entere que tu cuerpo te anda pasando una mala jugada. Te hizo volar entre las sierras. Tener amores intensos. Escribir contra reloj. Saborear esos asados al lado del rio. Y ahora esto, Negro. Vamos por el volantazo, por dar vuelta es scrum, por el vacío en el estómago colgado del aladelta. Te abrazo un montón porque los dos creemos que eso es posible a pesar de la distancia”.

Así como era apasionado como profesor; también lo era como alumno. Exigía pero a su vez se entregaba a los estudios: En el Pos-titulo de Educación Superior y en los Congresos eras el motor de la delegación junto a Cristina Vélez; y hacíamos la revista del Instituto N° 178, y compartíamos clases con dos cursos a la vez y teníamos invitados de la profesión y clases magistrales. Éramos los profesores de la Escuela Fráncfort como nos decían los alumnos…aunque en Fráncfort ni nos conocían.

El partido no termina hasta que suena el pitazo del referee y como Camilo escribió; me sumé al aliento con: “Hace unos días por el cielo de Mar del Plata pasó un ángel pagano con alas deltas desplegadas: y me imaginé que era un mensaje; nosotros siempre estamos buscando sortilegios y embrujos por eso te llamé. Y me dijiste que la íbamos a pelear; y acá estamos con la lanza atenta y el espíritu del aquel equipo que se tiraba a todas por la ovalada; con la misma pasión con la que presentaste el libro de Cavalli…Dale Negro, yo la saco de la montonera y te la doy para la línea…dale vamos… levántate que te necesito de wing…”

Hasta que se diluya el Camino

Una calle sembrada de hojas secas de roble; del mismo árbol que bajo su sombra nos cambiábamos para entrar a la cancha o nos daba sobra en aquellos campeonatos de seven en el Camping. Al costado de la calle, un grupo de alumnos que llegaron de varias ciudades para saludarte. Los muchachos que te acompañaban en el canobote a juntar la miel islera. Tres vecinos tomando tequila toc…toc. Y un mimo sonriente que imita tu manera de caminar a la par.

Ahí, a la orilla de la vereda dos hijos: Pilar y Esteban, un yerno y los nietos; y ahí se te empieza a endulzar la mirada. A ellos sí los mirás a los ojos, como para que se queden tatuados en tu memoria. Una banda de profesores y alumnos del Penal, los compañeros de la secundaria, los pibes del barrio, y nosotros, esa jauría callejera y cámaras, micrófonos que tenemos visa en todos los mundos y en los infiernos: Camilo, Daniel, Rubén, el Pato, Román, Pablo, Vero y siguen las firmas. La 14 con todas las banderas y con todas las cajas cartoneras que se pueden conseguir un sábado a la mañana. A mitad de cuadra los amores que se quedan. Y casi llegando a la esquina un guitarrero toca esa melodía que tarareabas los domingos de mediodía cuando hacíamos un asado; para nosotros, los carenciados afectivos.

Venís caminando con la camiseta Uribarri y una corbata que hace juego. Los pantalones cortos y con los botines y los tapones de aluminio que sacan esa hermosa música mientras repican en el asfalto. Los muchachos de Somisa al lado de la amansadora.

A lo lejos escuchas a Camilo que grita: Un saludo a tu alma que por suerte aprendió a volar en vida. Todos aplauden y gritan sus amores. Vos seguís caminando y te das vuelta: y ves tus mundos de textos y notas que como los laureles del himno supiste conseguir.

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